Andaba yo visitando estos días algunos comercios de la ciudad. Tenía que comprar regalos, sortear defectos de talla, hechura, devoluciones y canjes que, para mi sorpresa, llevaron más tiempo del previsto. Me esperaban unos amigos para salir a la montaña, además de los tradicionales planes de Navidad.
Un reflejo al caminar junto al escaparate de una antigua botica llamó mi atención. Con el vivo color de las azoteas y el agitado transitar de la gente, mi mente no pudo sino viajar al pasado. No era nostalgia. Buscaba comprender la delicada tarea de los artesanos de siempre, el cuidado con que construyeron y levantaron sus ideas, de la misma manera que se busca en estas fechas envolver un precioso detalle con celofán y cintas de colores.
Si en estas fechas de compras navideñas te encuentras en parecida tesitura, sabrás que no es fácil. No ya dar con el regalo apropiado sino también con el envoltorio preciso. Asimismo sucede cuando una persona o una empresa quiere transmitir algún mensaje.
Curiosa melancolía añorar espacios y formas de comunicación de otro tiempo. Pensé en aquellos inconvenientes que nuestros vecinos turolenses de Miravete de la Sierra encuentran aún hoy para comunicarse. ¿Recuerdas aquella noticia? Tenían que subir un peldaño, en un muro, en una esquina del pueblo. En fin, puede haber escollos en el camino. Si en algún momento falla la red, uno confunde su perspectiva, o no sabe cómo proyectar lo mejor de sí.
Continuaba mi paseo y me di de bruces con una cabina de teléfonos. Puede parecer una representación muy obvia de la comunicación, pero me evocó bonitas historias e imágenes, conversaciones importantes. Equilibré pasado, presente y futuro, con la rapidez con que surgieron varias ideas sobre comunicación.
Todos tenemos alguna que otra anécdota que nos remite a #lacabinatelefónica, aún cuando hayan arrancado el hilo del auricular y ya no lo descolguemos. Y tal vez por eso interrogué a la cabina acerca de su procedencia. ¡Qué podía hacer!, quería una pizza a pesar de que no estaban ahí ni las monedas ni los amigos con los que las compartí una vez en otra calle y en otra ciudad.
Antes, todo requería su tiempo como las líneas y las postales que ya dejamos olvidadas sobre la repisa. Posiblemente, la cabina o el teléfono eran símbolos extremadamente obvios, pero pensé, en contra de lo que nos vendió aquella multinacional y el actor José Luis López Vázquez en el film, que las empresas de hoy debían aplicar un diseño innovador y elegante para trasladar su mensaje de comunicación a sus públicos. Así me pareció al preguntarme por las formas que la cabina había ido adoptando con el paso del tiempo. Por ejemplo, retiraron su puerta…¡qué difícil resultaba salir de ahí!, recuerdo que me costó más de un cabreo. Tal vez estábamos convencidos de que mantenerla cerrada nos podía evitar grandes amenazas. No siempre resultaba ser así.
La cabina seguía, como cualquier empresa que integra personas, viva y plagada de historias que conmueven. Era la experiencia, la que tuvimos, tenemos o llegará. De ahí que conservara la solidez de su estructura, su funcionalidad, la coherencia que queremos trasladar con nuestras palabras y acciones. Al mismo tiempo, ganó en transparencia, se abrió a los demás y la hicieron crecer hacia lo alto. De otro modo, no podría evitar el ruido y evolucionar. ¿Quién quiere esperar a los malos tiempos para prevenir esas interferencias?
La visibilidad no lo era todo. Queríamos acercarles nuestras aventuras y proyectos, siempre compartidos. Nos importa el contenido y la forma, como les contaba al principio. Partimos de la tradición, la solidez de quien escucha. Como sucede cuando la voz y el mostrador favorecen la fidelización de los clientes.
Pero creemos que dando un nuevo golpe de timón a lo que éstos dibujan en el mundo off line podremos afrontar mejor los cambios. Será por algo que la cabina sigue a nuestro servicio a pesar de todos los adelantos tecnológicos. Será que esta Navidad me fue muy útil cuando perdí la cobertura o falló la red, y tal vez por eso me dije: iré a la montaña, subiré ese peldaño si me acompañan, para llevar ese recuerdo hasta la nube si quieren.