Como en las mejores escenas de una película de miedo y terror, una vez la niebla se apoderó de nosotros y no se veía más allá.
La carretera zigzagueaba introduciéndose más adentro en la espesura de las gotas en suspensión. Los colores entonces se tornaban diferentes. Una casa, una mansión tan gigante como los árboles. Verjas, troncos que alguien cortó amontonándose como lápices.
Miré hacia todos lados. Las fotos están aquí, son esas.