Recién aterrizo de Thailandia por un viaje de ocio y vacaciones, pero que, como siempre, he trabajado lo que más me apasiona, tomar fotografías y grabar vídeos en todo momento para traer conmigo y mostrar lo mejor de Thailandia o mi punto de vista, y compartirlo online.
Viajé con una versión ligera de mi equipo pero que aún así pesaba unos kilos, además de mi inseparable slider de metro y poco para crear las tomas más bonitas de movimiento de cámara. Al punto que tuve que tomar la decisión de trípode o slider, o ambos, y opté por el slider para, teóricamente, ir ligero.
Al final, todo pesa, pero iba muy a gusto caminando los 20 kilómetros de la selva thailandesa, la asfixiante Bangkok, la monumental Ayutthaya, la nocturna Chiang Mai, y el casi paraíso Kosamet. Además, en todo tipo de transporte, trenes, barcos, motocicletas, autobuses, taxis, aviones, balsas de bambú, y hasta elefantes. No es exageración.
Esta introducción ajena a la economía, como idea central de este post, es para enfatizar que visto lo lejos que llegué a estar en Thailandia, y los kilómetros recorridos a pie y en otros medios de transportes, la sensación que me llevo sobre la vida económica de los thailandeses es que parece muy fácil montar un negocio callejero de lo que sea. No veo otra explicación que la flexibilidad burocrática, casi la inercia competitiva y de supervivencia de montar algo que vender en la calle para ganarse el sustento, en cualquier parte, en cualquier lugar. Algo inimaginable en España que, entre los papeles, el tiempo de demora, y normas que cumplir, para montar un negocio se quitan las ganas y hasta desaparece la ventana de oportunidad.
Alimentación Thai
El lado bueno de España o Europa es la garantía de higiene y calidad de todo tipo de alimentación en la calle, negocio principal del estilo de vida de los Thailandeses, vivir en la calle, comer en la calle. Entre cerdo, pollo, arroz, fideos o noodles, y frutas, gira toda la alimentación callejera, en sus múltiples y variopintas 2 únicas versiones, fritas o cocidas, excepto la naturalidad lógica de las frutas, aunque también las tratan bajo aceite viejo, o secas al vacío.
La higiene y la calidad europea que menciono viene porque bajo el concepto «frito callejero» quién sabe de verdad qué se está comiendo, sin trazabilidad, sin origen, sin procedencia, sin nada. Sólo comida que ves cómo se cocina y transforma en un pincho moruno. Y si añadimos la suciedad de una ciudad como Bangkok, ejemplo del resto de ciudades, negruzca por el hollín de los coches, húmeda del clima y la lluvia, enmohecida, lo más probable es que comamos carne al CO2.
Y claro, tal marabunta de comida por todos lados, agua estancada, mercados de cualquier cosa, hace que las ratas y las cucarachas aparezcan hasta en los barcos, amén de una que aplasté bajo el fieltro azul del suelo de la lancha rápida que nos llevó a una isla de una isla cercana a Kosamet, como el juego de las cajas chinas, pero de islas. Vamos, no quiero ni imaginar la vida anterior de unos de los pollos que comí antes de que hubiese pasado por el aceite rancio de las cazuelas negras de los puestos callejeros. Pero estaban buenos. En Bangkok espanté una rata en la calle que se quedó como se quedan las palomas en Zaragoza cuando viene un coche: quieta, como adaptada, adoptada, como si el raro fuese yo.
Tráfico Thai
Parece mentira que, literalmente, a cada metro y veinte (lo que mide una mesa) hay un chiringuito de venta de «algo» en todas las aceras, de manera que se restringe mucho el paso holgado de la gente. Esto hace que se camine en ocasiones por la calle, y a su vez que los coches paren detrás, o se aparten, apartando a otros coches de sus carriles, y creando además huecos para que zigzagueen las motos. Y cuando ya no es posible avanzar, las motos conquistan las aceras aprovechando los oasis de «venta de algo» para salir indemnes de los atascos de tráfico. Entonces los peatones cuando ven las motos saltan a la calle, y todo vuelve a empezar.
No hay policía de tráfico, solo guardias de seguridad de hoteles o edificios importantes, no hay multas, o no las vi, o son tantas infracciones de casi 10 millones de habitantes que no hay suficiente policía, así que no hay multas. Sólo existe un mínimo sentido del lugar que uno ocupa en todo momento. Esa cosa que no sé cómo se llama hace que no se produzcan accidentes de tráfico como cabría esperar.
Lógicas económicas
Comer es muy barato para un español en Thailandia. Por un euro puedes saciar el hambre con un plato combinado de arroz frito y cerdo. Y también lo es para un Thailandés. Un guía nativo cobra por su trabajo 800 euros. La mujer thai que dobla las camas del tren como pañuelos, las estira, y las vuelve a doblar, cobra 300 euros. Y aquí es cuando gritamos «Ahhh!» En España estamos cobrando de media, precisamente casi como un Thailandés, entre 400 y 900 euros, y nuestros queridos menús combinados, los numéricamente perfectos «3 platos» no bajan de los 7 euros, y para encontrar un menú de 7 euros no vas a viajar por España.
Lo curioso de esto es que viajas pensando que vas de ocio y puedes, o te lo mereces. Luego regresas pensando que España está peor de los que nos dicen, o del nivel de vida, que visto lo visto, no sería recomendable seguir llevando por lo que pueda pasar, o para darle en la cabeza a quién dice que estamos bien. Es moralmente frustrante. Un español gana como un Thailandés, y come, si come, por una desproporción descomunal que nos hace más pobres de lo que queremos ver, o nos dicen.
La Piratería como Modelo Económico
Diría sin temor a equivocarme que el 60% de todo lo que se vende en Thailandia es pirata, o copias falsas de marcas verdaderas. Además de los puestos en las calles o mercadillos de absolutamente cualquier cosa – luego hablo sobre ello- existen centros comerciales como réplicas, pero con aire acondicionado, de lo que sucede en la calle. Es tal la aglomeración de puestos de ventas de, como digo, cualquier cosa, que si existe, que los hay, algún hueco en dicho centro comercial de alguna Marca verdadera que vende sus auténticos productos, al final sientes la sospecha cierta de no saber si compras el producto auténtico o no.
Mientras en España se toman medidas contra la piratería, países como Thailandia, China, Asia en general, basan buena parte de su economía en las copias piratas, en la exportación de lo falso, y en la exportación de la idea para el turismo internacional que comprar allí, es barato. No. No es barato comprar en Thailandia «gangas» falsas de Marcas auténticas. Primero, porque por muy perfectas que sean las copias, son falsas, con imperfecciones, taras, y no hay un respaldo detrás de la compra por si algo sale mal, mucho menos cuando a miles de kilómetros tu producto falle. Y no es barato los precios que piden por copias que parecen de verdad, aunque exista como norma el regateo del precio, pero que no compensa, desaprovechar tiempo ajustando el precio, ganar disgustos de los nada amables tailandeses cuando hay dinero por el medio. Si hay 100 puestos de relojes falsos, en 99 puedes encontrar el mismo modelo. Eso no es casualidad. Eso es una organización meditada de réplica incesante de copias y copias y copias.
El concepto Chino
Para comprar basuras baratas no hace falta viajar tan lejos. Con ir al chino de la esquina en España, ya tienes una pequeña parte del gran barrio chino Thailandés. Increíble! Es tan evidente la forma de negocio y productos chinos respecto a los tailandeses que se repite el mismo concepto chino que vemos en España de organización de sus locales y productos a todas luces malos y baratos. Apabullante. También con puestos de comida a cada metro, pero comida más china.
Lo mejor del barrio chino, las calles anchas repletas de letreros muy coloridos, y un movimiento imparable del ir y venir de gentes con cosas, carros, motos, y comidas.
La organización temática de las Ventas
Me ha llamado poderosamente la atención en Thailandia las calles con negocios de todo tipo, pero organizados por temáticas. Por ejemplo, puedes ver en una calle interminable, cientos de locales abiertos exhibiendo herramental y piezas para la industria, desde válvulas industriales, motores diesel, bombas hidráulicas, hasta perfiles de hierro de todo tipo.
En otra calle puedes ver todo tipo de locales con negocios de madera, carpintería, puertas y ventanas que exhiben al pie de la calle. En otra, todo tipo de locales de venta de electrónica, piezas, transistores, circuitos, aparatos. Es como si la idea de Polígono Industrial español fuese toda Bangkok, un hervidero de negocios de todo tipo vendiendo absolutamente cualquier cosa.
Lo primero que me pregunté fue ¿quién necesita un motor diesel en venta como se venden los pasteles?, ¿quién necesita valvulería con diámetros industriales?
Con los días entendí, que además de la idea de hacer negocio con cualquier cosa vendible en la calle, los tailandeses son muy listos reparado cosas viejas y creando otras nuevas que le solucionen un problema. El que no tiene un puesto de comida que emplee una cocina de gas, tiene una moto para transportarse, o una moto reconvertida en taxi con cabina para pasajeros, o un taxi góndola con motor diesel al aire para moverse por el río Chao Phraya o los canales putrefactos de Bangkok.
Con tanta agua, entre canales, río, y lluvias monzónicas, es lógico una infraestructura capaz de suministrar todo tipo de material hidráulico. En general, la idea no es comprar soluciones prefabricadas, no sé por qué, sino crearlas desde cero, y para ello es necesario una red de suministro de piezas y materias primas. Es asombroso!
Comparando con España, Tailandia es una economía súper competitiva en un estrato bajo asequible para la mayoría de la gente, predomina el concepto «puedes vender algo», te montas un negocio y lo vendes, no basado en la calidad, sino en la cantidad de gentes que hay para comprar: seguro que vendes. Eso explica la repetición exacta del mismo estilo de producto y negocio en cualquier ciudad. No hay variedad, imaginación. Los mismos pinchos morunos de cerdo y pollo en cualquier ciudad, hasta en el pequeño pueblo de la isla Kosamet. Los mismos chiringuitos, los mismos talleres mecánicos como calcomanías, los mismos centros de masajes.
Hasta aquí este extenso post sobre mis primeras impresiones de Thailandia, las más fuertes! Con el tiempo iré publicando más fotos y vídeos con nuevos textos. Mantente en contacto, sígueme en las Redes.
¿Merece la pena conocer Thailandia? Por supuesto. Enriquece conocer cómo lo hacen otros, cómo se ganan la vida, para nosotros hacerlo mejor, con luces y con sombras.