Creer en la fotografía implica estar al tanto y atento a cuanta exposición fotográfica ocurra en tu ciudad. Así descubrí por primera vez a Ricard Terré.
En la pasada exposición fotográfica en la Lonja de Zaragoza Ricard Terré mostraba sus «Obras Maestras» con la nobleza de considerarse un fotógrafo amateur. Esta idea es sorprendente. Un maestro de la foto se quita valor porque considera que no hace más que mirar la realidad, y atraparla, tal como es; a la vez que no cobraba por lo que consideraba una responsabilidad y un hobby por igual.
Contaba así en un vídeo expuesto en la Lonja que le atraía la ironía de las cosas y de la vida, la mirada poética de los pequeños objetos, la difusa frontera ente Carnaval y Entierro.
Sin más alarde que una composición eficaz de los motivos de sus fotos, siempre en blanco y negro, Ricard Terré convirtió un carnaval en entierro, y viceversa. Inmortalizó objetos feos y aparcados de su vida útil como un balón de fútbol roto. Consiguió llamar la atención de una comunión con la niña bizca del reparto.
Desde luego, Ricard Terré era un maestro de la realidad más irónica y poco hermosa, pero que en su fotografía cobraba otra dimensión.