Pasará el tiempo y se nos olvidará poco a poco el impresionante tamaño que ha alcanzado el río Ebro estos días. Por eso un par de fotos que reflejan la extraña sensación de mar que ha provocado la mayor riada -dicen- en 50 años.
Que tampoco se nos olvide que hubo quién aprovechó en Twitter el exceso de agua para recordar que la solución era -y debe ser- el trasvase del Río Ebro, arrancarlo de la tierra como un cordel y ponerlo en otro lado. ¡Falasias!
Recordar que el Ebro se elevó más de 6 metros a su paso por Zaragoza, unió casi ambos extremos del meandro de ranillas, inundó el centro deportivo Helio casi metro y medio, en la misma puerta.
El agua, por allá en la Z40, anegó los alrededores de tal forma que daba la sensación de atravesar el mar rumbo a alguna isla, pero en coche.
Las profesoras de los colegios contarán que -niños- gracias a estas crecidas existen los Galachos de Juslibol, los de la Cartuja Baja, y los de la Alfancra, ecosistemas naturales de agua permanente con una gran biodiversidad.
También que, en la antigüedad romana, el hoy Museo del Puerto Fluvial de Caesaraugusta, marca una cota inverosímil del Ebro cuando una vez, como hoy, atropelló a la ciudad de Zaragoza.
Aún así, pensar que el Ebro era navegable y que hoy en el estío apenas chapotean los siluros comiendo palomas tontas y confiadas. Y si me apuras, caminar de orilla a orilla por las calvas de maleza.
El Ebro es así. Maño. 😉