El poder de las palabras
Los libros son hijos de la mente.
Palabras. Abrir un libro. Ese maravilloso momento de incertidumbre y deseo. De no saber qué te hará sentir. De no imaginar qué historias te contará, ni qué nuevos personajes te acompañarán en tu camino.
Un libro es un amigo. Un gran amigo. No te pide nada a cambio, salvo tu compañía. Y un mínimo de paciencia tal vez. Un poco de calma para no desesperar cuando el desenlace todavía no llega.
Quienes amamos los libros y la literatura sabemos que las palabras tienen más fuerza y poder que nada en el mundo. Puede que haya quien afirme que una imagen vale más que mil palabras, pero… ¿de verdad es así? No estoy de acuerdo.
No importa todo el sentimiento que consiga transmitir una imagen. Nunca podrá igualarse a la sensación de paz que te invade cuando Murakami susurra sus palabras. A esa naturalidad de Galdós para narrarnos la cotidianidad de sus personajes. A la trágica fuerza de las mujeres de Simon de Beauvoir. A la inquietud y sorpresa que nos provoca Ionescu.
Cuando lees un libro, emprendes el mejor viaje de tu vida.
Sueños. De pequeña soñaba. Siempre he soñado. Normal, pensarás. Tal vez, pero tengo una gran ventaja: Yo sé qué voy a soñar. Lo único que necesito es escoger qué viaje nocturno recorrerá mi mente. Así, mientras paso las páginas con suavidad, como quien mece dulcemente una cuna, mi mente prepara el equipaje para la aventura que va a protagonizar.
Cuando Morfeo llega, mis ojos descansan por fin, agotados ya, pero satisfechos del banquete literario que les he ofrecido. Y mientras, mi esencia, libre al fin, traspasa los límites del raciocinio y la cordura.
Un libro es más amplio que el mundo, porque agrega pensamiento a la materia.
Pensamientos. A veces creo que pienso demasiado. Pero es mejor así. Sin pensamiento no somos nada. El pensamiento nos hace libres, únicos y especiales. Es nuestra seña de identidad. Lo que nos hace diferentes. Y ¿sabes lo más importante? Es nuestro. Nadie te lo puede robar. Ni tu pensamiento, ni tus sueños. No lo olvides nunca.
Pero, a veces, los pensamientos amenazan con desbordar la mente. Creemos que ya no somos capaces de albergar más. Es entonces cuando debemos coger papel y lápiz, y hacerlos eternos con las palabras.
Las bellas frases que he querido compartir están grabadas en un sitio muy especial. La maravillosa biblioteca de Kamil Güleç en Karabuk, Turquía. Su fachada es una enorme estantería con libros inmensos, en cada uno de los cuales hay escritas unas palabras. Cuando quise averiguar qué títulos o qué autores habían elegido para tan singular arquitectura, esto fue lo que me contestaron:
«Las palabras de los antepasados, no los nombres, están escritos en los libros»
The words of ancestors, not names, are written on the books
Porque las personas vamos y venimos, pero las palabras son eternas.